A partir del año 2000, los superiores del Sodalicio (orden religiosa) comenzaron a enviar al consultorio del psiquiatra Carlos Mendoza Angulo a jóvenes sodálites para que reciban tratamiento psiquiátrico. Según Mendoza, únicamente trataba a aquellos que tenían una condición médica. Entre un sector de los exmiembros del Sodalicio, sin embargo, se cree que el tratamiento era indiscriminado e innecesario en la mayoría -si es que no en todos- los casos.
Con el afán de disipar dudas, este diario se entrevistó con 11 personas relacionadas con el Sodalicio que fueron tratadas por el psiquiatra. Por un lado, una abrumadora cantidad de exsodálites no titubean al señalar que Mendoza se encargaba de medicar indiscriminadamente a los sodálites al punto de mantenerlos dopados e inoperantes por representar amenazas para la organización religiosa. Por el otro, están los exmiembros del movimiento que defienden tajantemente la profesionalidad del médico. Algunos, inclusive, continúan tratándose con él. Estos son los testimonios completos.
Extracto de algunos testimonios:
3. H.G.
2002. H.G, con 17 años, era aspirante a sodálite. Fue el sodálite Germán MacKenzie quien lo envió al consultorio de Carlos Mendoza. Según cuenta, los sodálites lo derivaron con el psiquiatra porque, supuestamente, sufría de insomnio. Esto únicamente porque le gustaba acostarse tarde y levantarse tarde.
Rápidamente y en la primera sesión, Carlos Mendoza le habría diagnosticado trastorno obsesivo compulsivo. Según H.G, a pesar de ser menor de edad, la cita se dio sin conocimiento de sus padres, quienes recién fueron invitados a la siguiente sesión. En esta, el doctor no solo le habría confirmado el diagnóstico a sus padres, sino que también les habría contado partes de la conversación –de carácter confidencial– que habían tenido en la sesión anterior.
Mendoza le recetó Fluoxetina –genérico del conocido antidepresivo Prozac–, Somno y Clonazepám.
El principal efecto que H.G. experimentó cuando estaba bajo los efectos de la medicación fue la pérdida de la memoria. “Habían semanas que ni me acordaba. Terminaba la semana de finales [en el instituto] y decía ‘no recuerdo haber dado finales’”, comenta.
Según H.G., Mendoza le aumentó la dosis de fluoxetina hasta más allá de la dosis máxima que figura en las indicaciones. Esto le habría producido fuertes temblores en las manos. H.G. afirma, que cuando le comunicaba este síntoma a Mendoza en busca de ayuda, este se lo habría tomado con humor. “‘A ver, tiembla’, me decía y se reía”.
Asimismo, el joven pasó largos periodos de tiempo durmiendo la mayor parte del día. “A veces me dormía a las 10:30 p.m. y me levantaba a las cinco de la tarde. Y me tenían que despertar”, recuerda.
H.G fue tratado por Mendoza durante seis años. Con el tiempo, el doctor le fue recetando nuevos fármacos, como Risperidona (antipsicótico) y Rivotril (ansiolítico).
Los fármacos que le recetaban a H.G –y en general los medicamentos psiquiátricos en el Perú– eran sumamente costosos y, durante un lapso de tiempo, el joven pasó por problemas económicos y no podía comprarlas. Según el exsodálite, cuando le comentó sobre esta situación a Mendoza, este le habría dicho: “Si no tomas tus pastillas, es pecado. Te tienes que ir a confesar”.
Finalmente, H.G. no ingresó a la comunidad sodálite. La razón que le dieron las autoridades fue que no podía debido a “su enfermedad”.
El año pasado, H.G. pidió a Carlos Mendoza su historial clínico. En este, según nos cuenta, se observaban apuntes con términos de índole religioso como “ideas pecaminosas” y “confesión”. Pero eso no fue lo que más habría sorprendido a H.G. y a su posterior psiquiatra, con quien analizó el documento. Si bien Mendoza le había diagnosticado trastorno obsesivo compulsivo, H.G aseguta que el historial mostraba un diagnóstico adicional del cual nunca se había enterado: esquizofrenia. “Tuve esquizofrenia un mes, según esa historia clínica”, comenta. El médico psiquiatra que lo vio después de Mendoza le dijo que no tenía trastorno obsesivo compulsivo ni mucho menos esquizofrenia. Cuando estaba sometido aún a la autoridad sodálite, a H.G. se le prohibió investigar sobre el diagnóstico dado por Mendoza. Hoy en día sabe que no padece de ningún trastorno mental y no toma medicación alguna.
5. Exfraterna #1
Formaba parte de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, rama femenina del Sodalicio. En el 2003 fue derivada por la organización al consultorio de Carlos Mendoza porque presentaba síntomas de depresión. Según comenta, la fraterna psicóloga Cecilia Collazos era quien coordinaba las visitas entre Mendoza y las fraternas. “[Collazos] llamaba directamente a Carlos, coordinaba citas, tenían diálogos frecuentes”, afirma.
Mendoza confirmó la sospecha de la entonces fraterna y le diagnosticó depresión. A partir de entonces, comenzó un tratamiento intenso.
“Pasé por casi todos los antidepresivos existentes en el mercado médico. Además de psicotrópicos, ansiolíticos, pastillas para dormir etc. Eso si te puedo decir: a Mendoza le encantaba medicar, daba muchísima droga pesada, podríamos decir. No era muy responsable del daño que eso hacía, realmente creo que exageró muchísimo en la medicación en mi caso”.
La cantidad de medicamentos recetados por el psiquiatra habría tenido efectos nefastos para la fraterna. Según recuerda, sufría de “dolor de cabeza, caída de pelo, diarrea, estreñimiento, dolores musculares, boca seca, midriasis”, entre otros males. Según la exfraterna, Mendoza hacía caso omiso a sus quejas. “Él no daba importancia a esos efectos colaterales”, señala.
Luego de tres años de medicación, fue hospitalizada. “Me hicieron ecografía abdominal y constataron que mi hígado estaba inflamado. Esa inflamación del hígado era medicamentosa”, recuerda la ahora exfraterna. Los doctores ordenaron la suspensión de todos los fármacos.
Luego del incidente, Cecilia Collazos ordenó que la fraterna interrumpa su tratamiento con Mendoza, aunque otras fraternas continuaron acudiendo. “[Mendoza] nunca me llamó para saber cómo estaba, cómo me sentía, si estaba bien. Siempre estaba súper ocupado, hablar con él era casi imposible”, comenta.
La exfraterna afirma que los médicos de la “familia sodálite” tenían “aproximaciones médicas sesgadas”. “[Mendoza tenía] una mirada muy ascética que se relaciona con el carácter religioso y poco relacionado a los síntomas que una enfermedad tiene, en mi caso de la depresión”, señala.
Años más tarde, la joven se mudó fuera del Perú y le pidió a Mendoza su historial clínico para tener un panorama ordenado de los fármacos que había consumido. “Él alegó que había sufrido una inundación en su consultorio médico y que mi historia clínica había sido desechada”.
La exfraterna afirma que, a raíz del incidente médico, ha experimentado numerosas complicaciones de salud. Actualmente sufre de daño hepático. “Un profesional de salud que actúa de esa manera es un riesgo para la sociedad. Puede arruinar vidas humanas para siempre”, terminó.
6. Ricardo Milla
Ricardo nunca llegó a ser sodálite. Iba a serlo, pero, finalmente, no ingresó a comunidad. Su cercanía con el movimiento, sin embargo, continuó por algunos años. En el 2010, tenía 26 años y estudiaba una maestría en la Universidad Católica. Comenzó a ver al doctor Mendoza luego de que un amigo suyo que formaba parte del Sodalicio se lo recomendara a sus padres.
Según Ricardo, no habían pasado ni diez minutos de sesión y Mendoza ya lo había diagnosticado con trastorno bipolar. “Me preguntó sobre una discusión que había tenido con mis viejos y yo le conté y al toque dijo ‘tú tienes bipolaridad’; o sea, no me hizo una prueba ni mayores preguntas”, recuerda. A partir de entonces, y por indicación de Mendoza, Ricardo empezó a tomar Benzodiazepina (psicotrópico) y Olanzapina (antipsicótico). Solo tres meses después –entre diciembre del 2010 y febrero del 2011–, Ricardo había aumentado 20 kilos de peso. Según Milla, cuando le preguntaba a Mendoza por esto, este le habría respondido que no podía bajarle la dosis porque, de hacerlo, corría el riesgo de suicidarse. Ricardo, sin embargo, asegura que no tenía pensamientos suicidas.
Además del súbito aumento de peso, Milla desarrolló cuadros de paranoia. “Sentía que me miraban, no podía estar más de media hora en un lugar con gente, me tenía que ir. Mi rendimiento académico bajó un montón porque no me dejaba pensar en absoluto”, cuenta. Al igual que H.G., Ricardo tuvo episodios de amnesia. “Ese es un año [2011] del que no recuerdo mucho, además. O sea, yo recuerdo cosas porque lo puedo ver en el Facebook pero hay cosas que recién he empezado a recordar a partir del 2014, 2015, con ayuda de otras personas que me hacían recordar (…) De ahí me acordé que mi hermana se casó, de ahí me he acordado que me fui a Argentina, Colombia”.
Ricardo asegura que, durante las sesiones con Carlos Mendoza, el tema religioso era recurrente. “Todo el tiempo me hablaba sobre dios. Me hablaba de que las pastillas eran porque tenía que cumplir el plan de dios, que si yo quería ser santo, tenía que seguir estas cosas, tenía que rezar más, para que todo haga efecto”, señala.
Ricardo dejó el tratamiento con Mendoza cuando, en julio del 2011, el doctor habría querido recetarle un nuevo fármaco. “Yo le dije que no quería. Me dijo ‘bueno, el problema es que las personas como tú, lo que hacen es que terminan en suicidio así que si no tomas esta medicación lo más probable es que te suicides en unos meses o en un año’”, señala.
Cuando, en noviembre del 2011, Ricardo vio a un nuevo psiquiatra, este le dijo que no padecía, de ninguna manera, de trastorno de bipolaridad. “Me dice que yo no tengo nada y que ha sido un diagnóstico totalmente apresurado, falso, lo que sea”. El médico también le indicó que la dosis de medicación que Mendoza le habría recetado era demasiada alta.
“Yo puedo dar fe de que el tipo es un irresponsable y que no es un tema de mi opinión nomás sino que un psiquiatra, otro psiquiatra, los dos me dijeron que ni soy bipolar, que no debí haber tomado esas pastillas y que ni siquiera debí haber tomado antipsicóticos y ambos me dijeron que qué bueno que no haya pasado del año porque sino después podía haber tenido daños irreparables”.
https://altavoz.pe/2017/10/10/28005/el-psiquiatra-de-los-sodalites-testimonios-completos/